martes, 19 de enero de 2010

Si ellos nos ayudan, nosotros también podremos ayudarles

Por José Manuel Moreno

PUERTO PRÍNCIPE, 19 de Enero.- Aquí el trabajo comienza bien temprano en la mañana, aunque quisiéramos dormir el ruido de los aviones y el frío que se siente en las tiendas donde pasamos la noche nos hace que a las seis ya estemos trabajando. Lo primero es siempre ir a consultar la computadora, la lucha diaria con las conexiones para poder conocer como están marchando las cosas en los diferentes puntos de coordinación que hemos desplegado por República Dominicana o para conocer alguna información de última hora. Este es el mejor momento, todavía no aparecen las prisas ni el movimiento de los camiones y la gente que hace difícil tener un tiempo de tranquilidad para poder contestar el correo.


Ya a las siete de la mañana nos ponemos en marcha y nos repartimos las tareas del día. Hoy me tocará estar pegado a la computadora, para intentar recibir todas las llamadas desde Santo Domingo e ir definiendo con la gente que esta almacenando las cosas y con los médicos y medicas, los alimentos, productos y medicamentos que todavía necesitamos. Hoy es un buen día para tomar fotografías ya que el tránsito de los vehículos que vienen a recoger cosas es muy grande y de repente tenemos cuatro organizaciones llenando sus vehículos con comida y alimentos y dos grandes camiones descargando más agua y comida que llega desde Barahona. Habrá tal vez sesenta personas trabajando para que al menos hoy puedan comer y beber muchos de ellos y ellas.

Es verdad que han llegado más de los que esperábamos, que hemos enviado comida a organizaciones que todavía no hemos podido visitar, que hay tensión cuando intentamos limitar los productos para que todo el mundo se lleve algo, que la base de datos no siempre se completa con todos los requisitos, pero al mismo tiempo, siento que la necesidad es muy grande y que lo primero debe ser pensar en el hambre y la sed de esta gente. Por la tarde, han llegado el grupo de voluntarios que nos envía la Comisión de Salud, en total son 32 personas incluyendo médicos/as, enfermeros/as, traductores/as y personal logístico. En un primer momento pensábamos trasladarnos directamente al lugar donde van a trabajar y donde van a tener su propio campamento, Leogane, al sur de Puerto Príncipe, pero como todavía no han llegado los materiales y medicinas que esperaban hemos decidido que se alojen esta noche aquí con nosotros. Tendremos que adaptarnos ya que no hay tiendas, ni comida suficiente para todos, pero es evidente que la situación de emergencia nos toca asumirla a todos por igual.

Cae la noche y el cansancio ya se hace notar, pese a que todavía tengo que enviar un informe sobre la distribución de productos del día de hoy y un listado de los medicamentos que aún faltan y son prioritarios. Además necesito grabar en soporte físico las fotos que he ido tomando durante estos días para que los compañeros/as de Santo domingo puedan usarlas, especialmente de cara a documentar el proceso de ayuda que hemos organizado y a demandar los recursos que se van a necesitar ante una situación, que como muestran esas imágenes, es definitivamente catastrófica y necesitará de muchos esfuerzos y de años de trabajo. Haciendo esto me sobresalta la noticia de que volvemos a tener a un grupo de personas golpeando la puerta del campamento y gritando por más ayuda y más alimentos.

Me ha llamado Mario, el director del Centro Bonó y me dice que lo acompañe que coja la cámara porque nos vamos al barrio a hablar con la gente. Después de atravesar diferentes callejones, hacer un alto en el camino y de montar a uno de los pandilleros que controla el barrio, llegamos a una especie de callejón donde descubrimos que hay mucha gente viviendo en el suelo, tirados en mantas o colchones con la única protección de unos palos y unas sábanas. Cuando llegamos ahí, son casi 9 de la noche y nos esperan (o salen a nuestro encuentro, no creo que nos esperasen) como 100 personas. La gente está sorprendida, enfadada y yo, la verdad, bastante asustado. Pero bueno, se trata de integrar a la gente, de intentar ayudarlos y también comprenderlos y también, de intentar que ellos nos comprendan a nosotros.

Nada más llegar Mario pide un poco de silencio y dice que nos sentemos que es necesario que hablemos. Increíble, esa imagen no se me olvidará nunca: en mitad de un suburbio de Puerto Príncipe, en una noche oscura, en una situación de necesidad y emergencia como ésta, estamos sentados en mitad de un camino repleto de arena y agujeros, rodeados de toda una comunidad de personas que están viviendo en condiciones realmente precarias, con el firme propósito de conciliar sus necesidades y nuestro trabajo.

Si ellos nos ayudan, nosotros también podremos ayudarles, por lo que intentamos hacerles comprender que no somos una gran organización internacional, que no disponemos de grandes recursos, pero que lo que tengamos también lo vamos a compartir con las personas que están viviendo cerca del lugar donde están llegando los camiones. Que no podemos cerrar los ojos, mas allá de lo planificado, a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y que la solidaridad significa también trabajar en el reparto juntos, los que ayudan y los que son ayudados. Tal vez la violencia no sólo se genera por falta de medios sino también por falta de voz, por la sensación de que nadie te escucha. El esfuerzo lo estamos haciendo, esperaremos los resultados.

* En cualquier caso no me atreví a sacar mi cámara de fotos.