martes, 19 de enero de 2010

Gracias a su misma gente, es posible entrega segura de ayuda en Haití

Por Mario Serrano, SJ / Foto: CROSE

PUERTO PRÍNCIPE, 19 de enero.- Hace una semana la realidad de Haití cambió de manera abrupta y trágica, dejando a miles de personas en medio de un proceso de dolor y pérdidas, principalmente de Haití, pero también del lado dominicano. Esta situación ha requerido la solidaridad no sólo de la República Dominicana sino también de la comunidad internacional, para atender el suceso en principio, pero también para reconstruir en lo sucesivo lo devastado.



Llegamos al noviciado jesuita, ya casi de noche y no descargamos los camiones por miedo a la reacción de la población, pues ya no teníamos seguridad militar y sólo contábamos con dos policías para la vigilancia hasta que amaneciera.


Al día siguiente, temprano en la mañana nos reunimos para organizarnos, pero afuera un gran número de personas empezó a golpear la puerta pidiendo que se distribuyera la comida, detuvimos la reunión y pensamos en lo peor, así que llamamos a la policía.

La gente permanecía en el lugar, así que les repartimos agua y los despedimos con la promesa de que ellos tendrían la ayuda traída de Santo Domingo, la gente aceptó. Cuando me acerqué a las personas en la tarde, tuvimos una excelente asamblea de moradores donde ellos entendieron que necesitábamos tiempo para organizar la distribución, y nosotros comprendimos que les urgía recibir nuestra ayuda.

También les compartí nuestro miedo ante la situación y las personas implementaron la seguridad en la zona, organizándose para recibir la ayuda y además se comprometieron para ayudarnos a descargar los camiones con las donaciones.

No saben la alegría que me causó todo esto, por la nueva compresión de la situación ya que la gente integrada al propio proceso para su ayuda ha sido clave para mantener el orden y la convivencia en estos momentos.

Los rostros y voces de las personas que se agolparon a nuestra puerta, entre ellos el de Soucet, una mujer muy valiente que exigía comida con enojo y valor, y nuestro temor han quedado disueltos en caras amigas, gente con las cuales compartir y trabajar juntos por una misma causa, que nos brindan una seguridad y protección más fuerte que la que nos pueden proporcionar las fuerzas militares, y lo más hermoso: tenemos el acompañamiento de quiénes pretendíamos acompañar y ayudar...”.

Este testimonio demuestra que sí es posible canalizar de manera segura y ordenada la ayuda fraternalmente y que es posible hacer a un lado las diferencias culturales, políticas e ideológicas para extender la mano amiga a quienes tanto lo necesitan en este momento. También indica que si en algún momento hubo retraso en la ayuda requerida en Haití es porque hacía falta la organización que ahora es posible con la colaboración de los propios afectados.