viernes, 19 de febrero de 2010

La tragedia desata la solidaridad de los británicos y pone a Haití en el mapa

Por Jo Barrett (Progressio) / Traducción y foto: José Emperador

LONDRES.- El Reino Unido apenas se había repuesto de sueño de Navidad cuando la noticia del terremoto de Haití tronó en los titulares. "Se temen miles de muertos en un gran terremoto que ha destruido Haití", gritó el diario The Times. "La inimaginable devastación de un terremoto", tituló The Guardian. "La isla de la tragedia", describió The Sun. Después de años de tener muy pocas noticias sobre la nación más pobre del hemisferio occidental, el pueblo de Gran Bretaña se concienció de repente de la difícil situación de Haití. El pequeño país caribeño apareció inmediatamente en todas partes.

Las estimaciones de la cifra de muertos –que crecían de decenas a cientos de miles– se abrieron camino hasta lo más alto de los titulares de todos los periódicos e informativos del país. Innumerables historias de horror comenzaron a inundarlo todo: hombres, mujeres y niños atrapados bajo el hormigón, aplastados por los edificios desplomados. En cuestión de horas, los rostros cubiertos de polvo y las dramáticas imágenes del palacio presidencial hundido estampaban las pantallas de televisión e iban y venían por Twitter y Facebook.

Pronto quedó claro que el terremoto había capturado la atención de Gran Bretaña como ningún otro desastre natural desde el tsunami en Asia en 2004. A pesar de que hay muy pocos haitianos en el Reino Unido y de que los británicos saben poco sobre el país, muchos estaban horrorizados ante la magnitud de la catástrofe. El sobresalto se convirtió rápidamente en acción. El Primer Ministro, Gordon Brown, se dirigió al Parlamento en la sesión semanal de preguntas "para informar a la nación de que los bomberos, los equipos de emergencia y ayuda financiera urgente se están desplegando urgentemente en Puerto Príncipe”.

Se emitieron imágenes de equipos de búsqueda y rescate de todo el Reino Unido a bordo de un avión en el aeropuerto de Londres-Gatwick, con sus trajes naranja brillante, en un fuerte contraste con la nieve que entonces cubría gran parte del campo británico. El Disasters Emergency Committee (DEC) –un grupo de organismos británicos de ayuda para coordinar las respuestas a las grandes catástrofes– lanzó a toda prisa un llamado al Reino Unido pidiendo dinero para comprar tiendas de campaña, agua, alimentos y medicinas.

Se desplegó todo un catálogo de campañas de recaudación de fondos, como cenas o noches de cine por Haití, y otras más extravagantes: Charlie Simpson, un niño de siete años del sur de Londres, se puso a dar vueltas en bicicleta al parque de su barrio, y saltó a la fama porque sus esfuerzos se vieron recompensados con 160.000 libras británicas (248.000 US$) en donaciones. Incluso fue invitado a conocer la esposa del Primer Ministro en su residencia de Downing Street.

Por todo el país, el público en general reaccionó con una generosidad impresionante, se rascó los bolsillos y transfirió al DEC 2 millones de libras (3 millones de US$) en sólo 36 horas. El total asciende actualmente a unos 80 millones de libras (120 millones de US$).

Haití y el terremoto aún están todos los días en las noticias. Más muertos, más heridos. Horrendas fotos de morgues improvisadas. Historias de cadáveres apilados en las esquinas. Agencias internacionales que admiten que la ayuda llega con cuentagotas.

Y a la vez ha comenzado una fase de introspección espiritual. ¿Cómo Occidente puede haber dejado a Haití deslizarse tan profundamente en la pobreza? ¿Por qué se construyeron en Haití tantos edificios inseguros si se encuentra en el centro de una zona de terremotos? ¿Qué puede realmente hacer la comunidad internacional para ayudar a un país arruinado por años de corrupción y mal gobierno? ¿Por qué la respuesta de emergencia sobre el terreno fue y sigue siendo tan dolorosamente lenta?

En algunos momentos, la ira se transformó en histeria. El diario The Sun lamentó "la pesadilla de la ayuda de Haití" y los políticos, los funcionarios de las Naciones Unidas y los trabajadores humanitarios tuvieron que escuchar agrias preguntas y acusaciones directas en los programas de televisión tarde y radio, de la mañana a la noche.

A pesar del inevitable cinismo que rodea las actividades de socorro –y las dudas sobre si Haití alguna vez será capaz de alcanzar la prosperidad– el Reino Unido aún entrega ayuda a Haití, cinco semanas después del terremoto. Todo se ha dicho y todo se hecho, porque esta tragedia ha conmovido los británicos de en todos los ámbitos de su vida. Sin embargo, y sin duda, la tragedia más grande de todas es que haya sido necesaria tanta desolación y más de 200.000 muertos para que Haití aparezca en el mapa mental de los británicos.