lunes, 15 de febrero de 2010

Haití sale del shock y empiezan a rodar las lágrimas

Por Deborah Sontag: The New York Times / Traducción: Esther Hernández Medina / Foto: José Emperador

PUERTO PRÍNCIPE.- ¿Habrá quien se recuerde de que Angelania Ritchelle, la muchacha huérfana de 17 años estudiante de secundaria que quería ser modelo murió de miedo dos días despues del terremoto y que terminó en una de las fosas comunes en las afueras de la ciudad? Ésa es la pregunta que hacía su prima, Emmanuella Dupoux de 23 años, con la voz casi quebrada por la tristeza. “Angie era una nadie, murió como una nadie, nunca tendrá un funeral, nunca tendrá una tumba” dijo Dupoux. “Ella sólo es una de las tantas víctimas sin cara y sin nombre y odio eso”.

Rudy Bennet de 57 años, era alguien en la sociedad haitiana. Era un empresario prominente y hermano menor de Michele Bennett, la ex- primera dama y ex - esposa de Jean-Claude Duvalier. Pero su muerte tampoco generó mucha atención.

Poca gente sabe que su hermana, una figura controversial que vive en el exilio, había vuelto a Haití con un equipo de rescate para buscar al Sr. Bennett bajo los escombros del Hotel Montana donde había ido a arreglar una máquina de café expreso alquilada por su compañía de alimentos. A él recién lo enterraron la semana pasada.

El terremoto del 12 de enero no discriminó a sus víctimas. El nivel de muertes en masa fue tal que borró su individualidad. De acuerdo con el gobierno haitiano, más de 230,000 personas murieron en la tragedia pero sólo unas cuantas tuvieron funerales. Incluso la pérdida colectiva de vidas no había sido objeto de conmemoraciones hasta este pasado fin de semana cuando el gobierno estableció un período de duelo a nivel nacional.

Sin embargo, poco a poco las pérdidas individuales están empezando a sentirse de manera más concreta para las y los haitianos finalmente listos para llorar a sus muertos. Muchas víctimas no fueron dadas como muertas hasta que se descontinuaron las labores de rescate y muchos cadáveres no pudieron ser recobrados o acabaron en fosas comunes. Pero ahora, aunque de manera tardía, hay funerales todos los días y la red tradicional de paso de información de boca en boca conocida como telediol se ha reactivado con la diseminación de avisos sobre fallecimientos.

Aunque Haití, una nación siempre estoica, al principio parecía demasiado aturdida para llorar, ahora las lágrimas empiezan a rodar por aquéllos que parecen irremplazables: el recolector de impuestos que diseñó un programa de computadoras para detectar fraudes en una sociedad corrupta, la dueña de una galería cuya impresionante colección de arte haitiano desapareció junto con ella, el escritor que transformó las historias orales haitianas en prosa, las líderes feministas, los trabajadores de las fábricas, las maestras y los niños, especialmente las niñas y los niños.

“Mis niñitas murieron justo en el momento en que estaba haciendo planes para su futuro” dijo Frantz Thermilus, el jefe de la Policía Judicial Nacional de Haití, mientras acariciaba sus fotos en su teléfono celular. “Y el futuro de los niños es el futuro de Haití”.

Sus hijas, Talitha de 12 años y Emmanuella de 11, murieron aplastadas en su escuela, el Instituto Cristiano de Haití cuando su madre llegó tarde a buscarlas. Como dijo Thermilus, él mismo fue la causa de su retraso al insistir en que primero pasara por una academia de inglés para inscribir a las niñas.

“Otra persona les ofreció llevarlas pero esa persona no tenía autorización para irlas a buscar y el guardián de la escuela no las dejó salir” dijo. “Para que veas lo dulces que eran. Pudieron haberse ido sin permiso pero ellas siempre respetaban a la autoridad”.

Con la cabeza afeitada, la espalda erguida y las charreteras almidonadas, Thermilus nos habló en su oficina en la sede de la policía. Mientras se le llenaban los ojos de lágrimas contó como sus hijas corrían a recibirlo cuando llegaba a la casa. Talitha se metía bajo su brazo derecho y Emmanuella bajo el izquierdo y él les preguntaba sobre cómo les había ido en el día.

Ahora, después de haber mandado a su esposa y a su hijo de tres años a Nueva York, apenas ha dejado de trabajar después del terremoto. “Cuando vuelvo a casa me agobia el dolor” dijo. “Aquí puedo hacer algo constructivo”.

El terremoto no sólo se llevó a sus niñas, dijo Thermilus, sino que además ayudó a que 5,000 prisioneros de la cárcel más importante del país pudieran escapar. “En esos pocos minutos desaparecieron tantas cosas importantes para mí” dijo. “Justicia deshecha, niños y niñas desaparecidas, inocencia destruida. Estoy en duelo por todo eso”.  Muchos están en duelo por las víctimas de más edad que habían sobrevivido toda una vida de adversidades en Haití y que eran la memoria institucional de muchos sectores de la sociedad. 

Por ejemplo, el hermano Hubert Sanon de 85 años, fue el primer integrante haitiano de la orden salesiana de la Iglesia Católica que juega el rol de proteger a las y los niños pobres y huérfanos en Haití. Los salesianos criaron al ex–presidente Jean-Bertrand Aristide, lo ordenaron sacerdote y eventualmente lo expulsaron de la orden. Aristide dirigió y radicalizó la escuela vocacional salesiana en el barrio de La Saline donde el hermano Sanon fue enviado para restaurar el orden, según cuenta el Reverendo Sylvain Ducange.

El hermano Sanon murió en su dormitorio en la escuela cuyo colapso también mató a muchísimos estudiantes. El padre Ducange dijo que lo encontraron en su silla con el rosario en la mano. El hermano Sanon era sastre y llevaba décadas confeccionando las togas de los sacerdotes y abogados en Haití. “¿Quién hará eso ahora?” se preguntaba el Padre Ducange.

¿Y quién va a erradicar la corrupción con la obsesión de Lytz Elie, de 43 años, un ingeniero electrónico que había diseñado el nuevo programa de computadoras usado por el gobierno haitiano en su lucha contra el fraude? Elie murió en las oficinas del ministerio de impuestos y al igual que muchos de los empleados gubernamentales que murieron en sus escritorios, era un empleado dedicado que seguía trabajando aún después de la hora de salida.

“La mayoría de la gente que murió en el ministerio de impuestos y en la Suprema Corte eran los perseverantes” dijo Louis Herns Marcelin, un profesor de sociología en la Universidad de Miami. “Esa era la gente que entendía que su trabajo tenía un significado que iba más allá de ellas y ellos como individuos”.

Refiriéndose a Ellie, Marcelin dijo: “Este tipo era irremplazable. Luchaba contra la corrupción con pasión. Estaba creando un programa que entendía la forma en que roba y miente la burocracia haitiana”.

Para muchos escritores, la pérdida de Georges Anglade, un geógrafo convertido en escritor en la última etapa de su vida, es simplemente imposible de imaginar. Anglade, que era haitiano-canadiense, inventó un género literario siguiendo el estilo de la tradición oral haitiana. “El ayudo a Haití a entenderse a sí mismo y su muerte es una pérdida inmensa para nuestro mundo actual” dijo Evelyne Trouillot, una novelista y cuentista.

Micha Bennett de 27 años, cuyo padre murió en el Hotel Montana, dijo: “Es difícil concentrarse en un individuo en particular porque el país perdió al país”. “Pero sí tengo esto por seguro: la última vez que vi a mi padre fue el día de mi boda” en Miami Beach poco antes del terremoto. “Y fue uno de los días más felices de mi vida”. 

Patrick Delatour de 61 años es el ministro de turismo de Haití y está a cargo de supervisar la reconstrucción del país. Habló sobre la pérdida de sus padres octogenarios en lo que era un salón de exposición de motocicletas debajo de su oficina temporal y se le empañaban los ojos en medio de las Harley-Davidson.

“Cuidado que me vas a hacer llorar” dijo. “Nosotros la gente en el gobierno realmente no hemos tenido tiempo de sentir nuestra pena. Hasta cierto punto eso ha sido una bendición. Ha pasado un mes desde la muerte de mis padres y ahora es que lo estoy empezando a asimilar”. 

Su padre, Cavour Delatour de 89 años, era un ingeniero y arquitecto que pasó medio siglo construyendo y reconstruyendo la casa que colapsó encima de él y de su esposa. Había trabajado construyendo edificios en diferentes partes de Puerto Príncipe incluyendo el destruido Palacio Nacional donde trabajó como ingeniero.

“Lo habría destruido ver todo en ruinas” dijo Delatour.

Su madre, Carmel Delatour de 85 años, era una de las más importantes coleccionistas y promotoras de arte haitiano y acumuló cientos de obras incluyendo muchas de Bernard Séjourné, Andre Pierre y Tiga. Su galería de 34 años, Rainbow Art Display, se desmoronó junto con su casa.

“El arte murió con ella” dijo Delatour.

La única parte de la casa que sobrevivió fue la biblioteca del sótano con miles de tomos que constituyen “una parte importante de los archivos haitianos y de la memoria del país” dijo Delatour y agregó, “o sea que dejan atrás todo este conocimiento para que nos sirva de guía”.

Angelania, la muchacha de 17 años que aspiraba a ser modelo no dejó nada tras de sí según cuenta su prima: “ni un vestido, ni un cuaderno, ni un rastro”. Habiendo tenido que defenderse sola desde que sus padres la abandonaron a la edad de 4 años, estaba siempre estresada y parece que el terremoto la llevó al límite dijo su prima Emmanuella que vivía con ella.

“Estaba asustada gritando ‘No tengo escuela. No tengo casa. No tengo nada. ¿Para qué seguir?’ dijo Emmanuella. “Dos días después del terremoto, unos hombres empezaron a hacer ruido dándole a las puertas del patio donde estábamos durmiendo y gritando ‘Viene un tsunami’. Todo el mundo entró en pánico y salió corriendo, excepto Angie”.

“Su corazón se detuvo”.

----

Marc Lacey colaboró con este reportaje (nota del New York Times).

Traducido al español por Esther Hernández Medina.